Fecha de publicación: 18/11/2024
¡Hola neptunianos otra vez!
Dos reseñas en un día, un poco loco, la verdad, pero es que he estado de vacaciones: he viajado y he leído bastante. De hecho, después de leerme el último de los tres libros, Alas de fuego, me pondré con El hombre iluminado para así dejar el terreno preparado para cuando salga a la venta Viento y Verdad, que sé que me llevará su tiempo porque todos sabemos lo gordo que es el libro. El caso, que estas semanas me dio por releer la bilogía de ángeles de Laura Gallego. No soy de releer libros, de hecho no recuerdo haber releído casi ninguno a lo largo de mi vida. Pero de este no me acordaba casi nada, salvo que me había gustado mucho, pues lo había leído en mis inicios estudiantiles. De eso hace ya casi veinte años. Otros tiempos, otra mentalidad. Y como no eran muy largos y tenían la letra grande me dije, ¿por qué no? (aviso que puede haber spoilers, doy por hecho que muchos leeréis esta reseña habiendo leído ya la novela; si no es el caso, vete a los últimos párrafos después de la oración en negrita).
Primero de todo, tengo que destacar que no recordaba que la novela fuera tan POCO juvenil. Es decir, la leí en el paso del colegio al instituto, todavía era una niña y Laura Gallego era una autora para un público entre niños y adolescentes. Pero la historia de Ahriel no es en absoluto para jóvenes. Estamos hablando de un ángel recto cuya función era educar a la futura reina de un reino, quien terminó siendo traicionada, al que le ataron las alas y finalmente lanzaron a un pozo de mugre, muerte y delincuencia. A lo largo de su larga (pero corta, pues la narración pasa muy deprisa) estancia, Ahriel descubre a lo que puede llegar el ser humano en unas condiciones tan terribles: robos, violaciones, asesinatos, chantaje, canibalismo, etc... No nos lo maquilla, aunque es cierto que no se explaya en detalles morbosos, pero la realidad es la que es, y el mundo en el que Ahriel se ve obligada a vivir no es un mundo amable en absoluto. De hecho, las cosas que le pasan a Ahriel podrían ser algo juveniles según la vieja forma de definir el público: está descubriendo su yo interior, sus emociones, sus sentimientos. Por eso se enamora de Bran, un pícaro ladrón y aprovechado que ha decidido ayudarla por beneficio propio, pero de la que también acaba enamorándose al pasar los años y tras haber establecido una ayuda mutua.
Si hasta aquí yo me había quedado sorprendida de lo oscura que podría llegar a ser la trama, imaginaos cómo me quedo (porque de verdad que no me acordaba), cuando me entero que después de tener sexo con Bran (de nuevo sin detalles, entiendo que por estas cosas dicen que es juvenil), matan a su amante y en medio de su sangrienta venganza (vamos, mata a todo el que se encuentra por el camino), no solo termina convirtiéndose en la sanguinaria Reina de la Ciénaga, sino que tiene un hijo al que abandona por no ser capaz de sacrificarlo. Estamos hablando de palabras mayores. Una madre que ama a su hijo pero que le desea la muerte porque ha nacido en un mundo hostil. Una madre que, muchos años después, tras convertirse en la sombra de lo que un día había sido un ángel esplendoroso, logra huir de Gorlian, la prisión en la que gobierna, y se lamenta por haber abandonado a su hijo creyendo que no tendría salvación ni futuro. De hecho toda la segunda novela va sobre esto: sobre el arrepentimiento de una madre que hace lo posible (incluso entrar en el mismísimo infierno) por recuperar al hijo que abandonó en aquella mugrienta prisión. ¿Acaso yo, con malamente diez, once, -¿doce?- años, podría entender realmente la profundidad de esta historia? Yo creo que no, por eso quizás no recordaba casi nada. Y por eso ahora, que la releído con muchísima más madurez, veo que realmente es una historia triste, oscura, sangrienta y llena de preocupaciones para nada juveniles. A la reina Marla le preocupa su beneficio propio, llegándose a aliarse con fuerzas oscuras con tal de gobernar también sobre otros reinos. Ahriel, en un principio, se preocupaba por mantener la paz en el mundo humano, pero luego solo se ahogó en sus ansias de venganza y, más tarde, en sus ansias de ser la madre que no había podido ser. En el segundo libro conocemos a otro ángel, al que le asola la pena y arrepentimiento por haber abandonado a su suerte a un amigo que había acudido a su rescate, y al que dio por muerto en circunstancias terribles. Engendros, demonios que disfrutan del dolor ajeno, ángeles rectos que son incapaces de entender a aquellos que vigilan y protegen, una madre que abandonó su pureza y rectitud por convertirse en una criatura de emociones y odio, reinas que intentan abrazar de maneras distintas su responsabilidad para con su pueblo, amores tóxicos que pueden destruir el mundo por simple avaricia o egoísmo... ESTO es Alas de fuego y Alas negras.
Ahora sin spoilers...
Pero... y ahora lo importante. ¿Realmente no es una novela juvenil? Para aquellos que os habéis saltado toda la parte de spoilers esta es vuestra reseña: sí y no. La trama no es juvenil. Como resumen de lo que dije antes, digamos que los problemas que asolan a los protagonistas y los ambientes en los que se desarrollan sus historias no son para adolescentes. Son problemas de adultos y son situaciones fuertes y duras. Sin embargo, es quizás la manera de narrarlo lo que la convierte en juvenil. Laura Gallego no se detalla en exceso. Las escenas violentas no son descritas en su mayoría (aunque hay algunas en su segunda parte que son bastante fuertes...). Las escenas de sexo, tampoco. Hay pocas partes que realmente estén descritas con detalle como para perturbar demasiado al lector joven, pese a lo oscuro de lo que está sucediendo. Por otra parte, aunque el vocabulario no es especialmente fácil, la forma en la que lo narra sí lo es. Se repite mucho, se detiene a sobreexplicar cosas no dejando nada a la imaginación o al simple deseo de suponer y averiguar. En el primero quizás no se nota tanto, aunque también es cierto que el primero pasa en un visto y no visto. Me hubiera gustado que se hubiera explayado más en ciertas relaciones personales y en cómo se llegaron a ciertos momentos. Pero en el segundo sí lo noto. Son frases del estilo: ¿Por qué dices esto? -Digo esto porque.... Para que me entendáis, cuando en un examen os hacían una pregunta de desarrollo y vosotros aprovechabais el propio enunciado para iniciarlo y así ya tener algo de chicha escrito, aunque solo estuvierais repitiendo lo que ya estaba escrito en la pregunta. Alas de fuego es demasiado obvio, demasiado evidente. Si hace falta parar la trama para soltarte un tostón para que entiendas lo que todavía no sabes (o incluso cosas evidentes), lo hace. Si tienes que hacer preguntas obvias y responderlas como si alguno de los personajes fuera tonto, lo hace. Es una narrativa sencilla que busca que el lector más joven (que no por ello más idiota) no se pierda en la historia, no se quede con dudas y lo entienda todo a la perfección. Es algo que sí me desagradó un poco, pero que puedo entender.
Al final, Alas de fuego me pareció demasiado corto y rápido, y alas negras me pareció demasiado largo y cansino. Si en el primero hubieran detallado más ciertas cosas que pasan en un parpadeo, y en el segundo no se hubieran puesto tan evidentes, como si el lector fuera tonto y hubiera que hablarle vocalizando y despacio, la bilogía no solo habría sido mejor sino que sería una lectura mucho más adulta de lo que lo es. Pero se siente como una mezcla extraña, a fin de cuentas, porque pese a que la narrativa evoca un público más juvenil, la historia no. Pero, por contrapartida, son fáciles y rápidos de leer, así que...
En resumen, agradezco mucho haberlos releído. He disfrutado muchísimo la primera parte, y la segunda en algunos puntos. Me he dado cuenta de por qué este tipo de novelas han ayudado a cultivar el tipo de historias que yo escribo, y agradezco a Laura Gallego haber colaborado en ello.
¿Y tú? ¿Lo habías leído? ¿Recordabas algo del libro?
